Volver aquel lugar me llena de tristeza, aún no asimilo que ella ya no está para abrazarme, para deleitarse de las flores blancas que le llevaba en un día tan especial como el de hoy. Era especial este día, día de su cumpleaños. Día importante para mí.
Quiero imaginar sus abrazos en silencio, invisibles, que a pesar de no tenerlos, aun siento.
La mañana está cálida, tomo Av.La Florida hasta San José de la Estrella, para seguir luego bordeando el cerro que me lleva de manera directa al llamado Parque cementerio Cordillera, están realizando algunos trabajos, se ve mas gente que lo habitual, debe ser por la fecha que se viene encima, 1° de Noviembre, se nota que hay trabajo para jardineros, ellos apurados recortando los arbustos que se ven desordenados por el crecimiento y renovación de sus ramas habitual de primavera, plantas hermosas merecedoras de tanta caricia.
Sigo el camino que me lleva hasta casi el final del cerro, trato de no equivocarme, como que ya me estoy acostumbrando a llegar donde está mi querida amiga. Me quedé en la etapa de masticar la noticia de su muerte, pero ni siquiera el paso rápido del tiempo me ha dejado digerirlo.
Me detengo a la mitad de camino, empiezo a pisar el pasto, sigo las lápidas que hay en el suelo, pienso, no hay caso que me guste este tipo de cementerios, no hay caminos para transitar sin pisar los cadáveres que están enterrados, es la sensación mía de pasar por encima de ellos, no me gusta imaginar que los estoy pisando, así que cada vez que veo una lápida trato de correrme para no hacerlo.
Siempre había un momento del día 29 de Octubre para cantarle el cumpleaños feliz, para darle su abrazo de cumpleaños, sin importarnos la hora o donde estuviéramos, hubo veces que nuestras risas se ocultaban entre los ladridos y saltos de los perros del primer refugio de Uapas, agrupación de la cual fuimos parte de sus fundadoras, dos guerrerras luchando solas en contra del maltrato animal que se vivía en ese entonces, de una crueldad absoluta que muchos no conocían, y los demás se hacían los ciegos y sordos.
¿Cómo se había subido?...ahora...¿Cómo se bajaba?. Cuando ya estaba sobre el suelo, segura e intacta con su delantal blanco lleno de tierra barrosa, al verla me da por reir, reir y reir, nuestras risas eran tan contagiosas que hasta los perros se hicieron pipí.
Imposible olvidar, aquellos días de locura compartida entregando nuestro amor a los perros enfermos, perritas en celo abandonadas o con crías, que otros botaban y nosotras recogíamos a escondidas durante altas horas de la noche para que las personas no se dieran cuenta. No lo hacíamos por vergüenza, si no para evitar que siguieran botando mas perros en nuestra comuna de La Florida.
Aún me parece escuchar nuestras risas pícaras cuando nos pasaba algo divertido, si es que se le puede llamar divertido cuando a un perrito sin darse cuenta, nos perfumaba el interior de mi auto con su fétido olor. Eran gajes del oficio, y volviamos a reir. Nos échabamos la culpa una a la otra, hasta que al final salvábamos al perro y nosotras éramos las culpables. Recordar nuestros ojos brillosos, por no tener dinero para poder hacer mas de lo que hacíamos, y mis lágrimas culíás caían de impotencia cuando alguno de nuestros rescatados partía de este mundo. Tratábamos de conformarnos que habíamos hecho todo lo posible, que no habían muerto desamparados, atropellados y solos en la calle. Que por lo menos sus últimos días habían estado acompañados y queridos por este par de locas que los rescataba de esas calles donde eran invisibles para la gran mayoría que transitaba por su lado.
Había que hacer brujerías para que nos alcanzara el alimento, todo servía, desde la leche con arroz, hasta el pan duro. Así podíamos comprar las vacunas. Siempre éramos las mismas. Fue en nuestros comienzos que Morita se reía por que a cada perro que rescatábamos, yo bautizaba con algún nombre para no olvidarnos, así fue como hicieron historia la Ana Gabriel, Lola Flores, Rocío Durcal, Celia Cruz, Raphael, Julito, Cristian y muchos mas que mas tarde gozaron de una familia responsable que los protegiera. Hacíamos de nuestra lucha la mas pura, la mas real, con tan poquito, sin pedirle a nadie. Si cada uno de nosotros hiciera lo mismo, pudiera ayudar aunque fuera un solo perro que esté abandonado, ya estamos haciendo la diferencia. Hoy te toca a ti.
Morita fue mi maestra, aunque ella decía que la maestra era yo, que de mi había aprendido el verdadero amor hacia los perros, de ella aprendí gran parte de lo que he entregado a los perros del camino, era ella quién me incentivaba hacer tratamientos, poner vacunas, por si ella faltara, yo tendría que hacerlo. Era como si me dejara su herencia perruna como parte de mí.
Cuando mi madre falleció, sentía que iba cayendo en un pozo profundo del cual creía que no podría salir, pero ahí estuvo ella para sujetarme, desde ese momento, pasó a ser como mi madre adoptiva, se refería a mi como la hija que nunca tuvo y hubiera querido tener, eso me hacía grande a sus ojos. Con el paso del tiempo, mi padre amado también partió, ella estuvo a mi lado siempre, incentivándome para que siguiera adelante, me decía que yo era la llamada para tratar de cambiar el mundo del abandonado, yo había venido a cambiar su mundo cuando nuestros caminos se cruzaron. Me emociona recordarlo.
Pero ella cambió el mío cuando partió. Desde aquel momento no he vuelto a ser la de antes, me falta algo para continuar, trato de alejarme de internet, de ver tanta miseria humana que aun no logra cambiar su manera de actuar retrogrado referente a los animales.
La pena me quedó a mí, me ha hecho demasiada falta su ausencia.
Tiempos de no olvidar, tiempos de regocijarnos en nuestros recuerdos con seres que ya partieron. Dos años que te abrazo de manera invisible.
Este escrito es un desahogo de mi alma dedicado a mi querida amiga Morita, que hoy hubiera estado de cumpleaños.
Sigo pensando que la verdadera amistad existe, entre tu y yo puede haber un mundo de distancia, tal vez es tiempo de repensarlo. Estoy dispuesta. La amistad verdadera ocupa un lugar importante en mi vida. Lo aprendí de mi primer perro, Yaqui.
Morita, espero que hayas disfrutado mi regalo.
Sigo llevándote flores blancas.
Me subo al auto, me devuelvo a mi mundo hermoso donde hay varias parejas de ojitos felices de verme volver.
La amistad es un alma que habita en dos cuerpos,
Marcela.
NO MAS ABANDONO DE PERROS.
1 comentario:
Bonito artículo. Gracias por compartir. Saludos!!
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