Cierto día subiendo, recorriendo cerros, escucho a lo lejos ladridos de voces conocidas por su raza, no puede ser, son poodles. La tarde caía sobre el cajón, el viento golpeaba fuerte las ramas de los árboles. Al imaginar su raza en mi mente, presentía tremendo sufrimiento que sentirían, el abandono, el peor de todos. Sus ladridos eran tristes como si tuvieran sus corazones rotos. Empezamos a buscarlos, sus ladridos comenzaban alejarse. Los imaginaba amarrados a los malditos huaches sin tener opción de sacárselos. Los ladridos seguían, pero en caminos diferentes, cada vez que nosotros nos acercábamos, ellos se cambiaban de lugar, lo que verificaba a mis oídos que estaban sueltos. La hora pasaba, la oscuridad se dejaba caer silenciosa rápidamente entre los cerros, las sombras, árboles y ramajes varios. Nada que hacer por ese día. Solo dejar comida suficiente y un tiesto con agua.
Adentrarse entre esos cerros de noche es buscar peligros, y no poder salir. Cuando uno lo hace sin saber a lo que se expone, estando ya en el baile, se desorienta, no sabe para donde arrancar, en vez de ir a las afueras, se va adentrando cada vez mas en aquella selva para muchos desconocida, selva que se lleva la vida de los animales, con mayor razón la de los humanos.
Al día siguiente volvimos a subir, con el solo pensamiento de saber si aún estaban con vida. Había poco alimento, poca agua, buen indicio, ello significaba que algo se habían alimentado. Nada de nada, ni siquiera un gemido, un ladrido.
El día lunes me llama mi querida amiga Loreto, con desesperación en su voz. Marce, dejaron tres poodles, uno café, otro beige y el blanquito está atropellado moribundo. Loreto dejó todo, lo subió a su auto, lo llevó a la clínica con la intención de salvarlo o ayudarlo a dormir en forma digna. Pasaron los días, el poodle blanco no logró sobrevivir.
Con la esperanza de encontrarlos a los otros dos sobrevivientes, subía a diario para ganarme su confianza, nunca los vi, pero yo sabía que estaban vivos. Con Loreto seguíamos dejando su alimentación, su agua, imperdonable era que nos olvidáramos. Llegaron las lluvias de invierno, morirán, nos decíamos, pero no nos daban opción de acercamiento. Solo nosotras sabíamos que ellos existían, si por alguna razón a Lore no le alcanzaba el alimento, me avisaba y yo subía a respaldarla, pero nunca los dejábamos sin su ración. Con el tiempo fueron tomando algo de confianza, aprendieron que días, que hora, nosotras nos aparecíamos por ese camino. En medio de las ramas nos miraban, nos sentíamos observadas, no hacíamos nada, solo los saludábamos casi a gritos para que reconocieran nuestras voces. Al momento de subirnos a nuestros vehículos, ellos se acercaban, pero siempre pendiente, estar atentos en caso que nos devolviéramos. Un día al mirar por el espejo retrovisor veo que van siguiendo mi auto, al rato no los vi mas, supuse que se habían devuelto.
A la semana siguiente, antes de subir al camino paso a saludar a mi querida amiga Carmen, cuando de repente se me viene encima una perra café, sucia, pelada, hedionda. Mi asombro fue grande y le pregunto: ¿Qué haces aquí?...la conoces?...sí, y le cuento la historia desde cuando llegó. Ella le llamaba laucha. O sea que ese día sábado ella siguió a mi auto, olió que yo entré a casa de mi amiga, y se quedó intuyendo que me encontraría, que un día llegaría ahí. Y así fue.
Volví a verla a la semana siguiente,
imposible olvidarme de ella, llevarle su comida especial, continuar con el tratamiento, era un deber y propósito recuperarla.
Hasta que un día Eduardo me dice que había entrado en celo, y por ende donde hay perros machos, perras en celo, se cruzan. No sabía que hacer, llamo a mi gran amiga Morita, quien al saberlo, de inmediato fue la primera en incentivarme, tráela, me dijo, pero a donde?. En mi casa está Rayo, no puedo llevarla. A lo que me contesta, a la mía. No podía creerlo, Dios me estaba dando la oportunidad de sacarla del camino, las palabras de mi padre llenan mi mente, cuando se nos presentan oportunidades, debemos aprovecharlas, de lo contrario jamás hubiese realizado aquel programa de Canal 13. La vida te da sorpresas.
De bajada por la noche la paso a buscar, ella sabe que está en buenas manos, va confiada, me la llevo donde Morita, ahí le doy su primer baño, le hago su primer corte de peluquería. Me asombra que ya tenga pelo casi en todo su cuerpo, solo faltan los codos y parte de sus orejitas. Aun tiene heridas. Luce orgullosa su collar.
Su piel ya está en recuperación, pero falta lo mas importante, quitarle la tristeza de sus ojos, esa tristeza que solo conoce el abandono y la traición. Aun me quedaba mucho por hacer. Sus ojos se iban en mi mente, esa pena profunda me motivaba a seguir. Por que será que siempre me voy por los mas desválidos?, por los mas necesitados. Termina su celo, la voy a buscar y me la llevo a mi casa. Debo seguir recuperándola para poder entregarla en adopción, de lo contrario nadie la querrá.
En casa comienza a ganarse el cariño de mi gente, aprende a respetar a mis perros, me percato que es obediente, entendida, tremendamente humilde.
Decido esterilizarla a sabiendas que yo sufriré sus dolores post operatorios, todo va bien, y mejor aún cuando descubro que es capaz de subirse a la cama. Desde ese momento le llamo la señora.
A medida que pasa los días, me voy dando cuenta de su caracter, es tranquila, cariñosa, insegura, temerosa, cuando siente miedo su corazón se llega a salir de su pecho, no le gustan las lluvias, tampoco el sonido del teléfono, aprendió a quitarle la pelota a nuestro Rayo Boy, lucha por una de mis manos para que la acaricie, y si mi mano no puede, busca otra. Se da cuenta que todas las manos de mi casa están siempre ocupadas. Se sienta a esperar sin pedir, solo espera a que haya una mano libre para acariciar. No importa donde esté esa mano, ella la busca y la encuentra.
Ahi empieza mi preocupación, Catita, está esterilizada, recuperada ya al cien por ciento, debo cumplir mi palabra, buscar una familia con valores que la acepte como es, le tomo fotos, la subo a páginas con la sola intención de devolverle lo que un día le quitaron, el amor de mascota. Son decenas los llamados. No puedo entregarla al primero, trato de buscar la familia mas parecida a nosotros con el temor que ya no quiera irse de mi hogar.
Facebook, me devuelve el encuentro de una compañera de juventud que por años he dejado de ver, Patricia me llama para pedirmela en adopción. A ojos cerrados se la voy a dejar a su casa, ellos la reciben de mil amores, será su única mascota, la mas esperada luego de haber sobrepasado la muerte de su anterior perro, han pasado casi dos años de no tenerlo.
Confiando en ella se la dejo. Me despido, veo lágrimas en sus ojos, esas lágrimas no me las pude sacar durante toda la vuelta, solo pensaba en ella, llegamos a casa, algo había en mi casa que no estaba, mis ojos la buscaban sin encontrarla. Esa noche me costó quedarme dormida, mi pensamiento estaba con ella.
Al día siguiente llamo a Patricia, me dice que todo está bien, me quedo tranquila, cuando al rato me vuelve ella a llamar para decirme que no, que no estaba bien, que Catita ha llorado toda la noche con su cabecita mirando por la ventana a la calle, no quiere comer, ni siquiera tomar agua. Mis lágrimas comienzan a caer. No, nunca mas me digo. Me dicen que tengo que dar tiempo, que aun es luego para que se acostumbre.
No hay tiempo para mí cuando sus lágrimas llegaron a mi corazón.
Mi corazón se hunde.
Me subo al auto y parto.
Llegando a la casa, ella me está esperando, solo mirarnos bastó para decidir que me la llevaría nuevamente a mi casa. Se sube al auto feliz, su cola se mueve como plumero de un lado a otro, va contenta, sus ojos empiezan a brillar, Catita llora, es la vuelta al hogar.
Durante el camino le converso:
Sabes Catita, ha sido una de las noches mas largas que he pasado, no he dejado de pensar en tí, me siento culpable de no darte lo que tu quieres, debes saber que antes que tu hay mas perros dueños de mis caricias, ellos están por muchos mas años. Ella solo me mira, a ratos pasa su lengua sobre mi mano, quiero imaginar que me entiende. Si tu crees poder soportar la espera de que mis manos te acaricien, no ponerte celosa ni siquiera con Rayo cuando le muerdes sus patitas para quitarlo de mis brazos, si tienes tanta paciencia para esperar, esta es tu oportunidad de quedarte, sin condiciones...pero una cosa te puedo asegurar, que jamás te abandonaremos.
Mientras manejo, acariciando a ratos su lomo, ella va tranquila, confiada, mis lágrimas no cesan de caer. Llegamos a casa, se baja corriendo, le ha cambiado la vida, se la recorre toda, a cada perro olfatea saludándolo como tratando de verificar que no se equivocó, se va directo al patio, se toma casi toda el agua. Al rato duerme, pero duerme durante todo el día y la noche.
Desde ese momento Cata es parte de mi hogar, es la compañera de Rayo, ambos son parte de nuestra familia. Aprendió a jugar, a quitarle el quién vive a los demás por una pelota de tenis a esperar pacientemente que unas manos estén desocupadas, y cuando las ve desocupadas se tira a ellas como abeja a la miel...jajaja...esa es mi Cata, una perra cobarde, que le tiene pavor a la lluvia y al viento, a la campana del teléfono, que no le gusta estar sola y su mejor manera de demostrarlo es protestar tirando la ropa al suelo en el patio, tiene una fuerza de voluntad increíble para hacer dietas y bajar de peso cuando yo no estoy, Catita es ella, así la aceptamos, le entregamos lo mejor de nosotros sabiendo que nosotros para ella somos lo mejor que le ha pasado en su vida, y lo que es sublime, es que Catita nos ama con solo mirarnos.
Mirarla como está hoy nos llena de emoción, sobre todo saberla feliz dentro de nuestro hogar, ella ocupa su propio lugar, lugar que se ha ganado con paciencia y bondad.
Hoy observo sus ojos, los comparo con la primera foto que le tomé, hay una enorme distancia desde aquel día y el de hoy.
Tal vez se pregunten ¿que pasó con su hermano?...hasta el día de hoy lo busco, sigo dejando su comida y agua en el mismo lugar, cuando vuelvo no encuentro, eso me da pauta a soñar que aun vive. Últimamente no lo he visto, quiero seguir soñando que lo encontraré, he llevado a Catita al lugar, pero ella se asusta y se vuelve a subir. Los perros tienen recuerdos, esos recuerdos también los perturban.
Término de año, es rico compartir que no todo en la vida es triste, de todas esas tristezas vividas, dejalas que se las lleve el año viejo, toma lo bueno de este año, cúbrelo de abrazos apretados para llevarlos al siguiente año. Todo lo negativo dejalo atrás, no vuelvas a mirar, lo que te dañó, ya dañó, ahora levanta tu cara, mira de frente y avanza, esa soy soy. Un ser humano como muchos de los que se acercan a esta página a leer mis palabras, un ser humano que disfruta tanto sus alegrías como sus penas, sabiendo que el bien siempre triunfa sobre el mal, y que la maldad tarde o temprano se devuelve. Haz el bien sin mirar a quien. Cerrando círculos.
Todo engrandece...hasta el amor a los perros.
Solo hay que saber entregarlo...Dios multiplica el amor.