"Los perros del desierto II"

Las doce de la noche, la carretera de la ruta cinco me recibe solitaria con luces encendidas. El radio transmite el festival de Viña presentando a Ricardo Meruane, las pifias se hacen sentir. La carretera comienza hacerse larga bajo la oscuridad nocturna. Mi esposo se acomoda en el asiento de al lado para dormir. Me relaja manejar, siento la libertad de ese aire que entra por mi ventana, así me siento, libre de poder realizar e intentar llevar a cabo parte de mis sueños.Pienso en ellos. Son ellos los que me incentivan visitar el norte de mi pais. También pienso en la estrella del norte, como le llamo. Me aburre el festival, pongo un cd para que haga menos tensa mi ansiedad de llegar pronto. El tablero marca ciento veinte kilómetros por hora, la canción de Roberto Carlos no se me olvida, pocos autos, camiones muchos. No los saco de mi mente, ahí están, esperando
Son las cinco de la madrugada, ya he manejado cinco horas desde que nos despedimos de nuestra familia. Las luces de Coquimbo iluminan mi llegada, sigo manejando, aun sin cansancio. Nos detenemos en una bencinera, llenamos el estanque, aprovecho para tomar la leche con milo que me lleva a cerrar mis ojos.
Son las ocho de la mañana en La Serena, un día espectacular de sol, el aire marino me hace soñar. No olvido que mi amiga Melita junto a su familia nos están esperando. La
mañana transcurre rápido en su casa, después de almorzar me despido. Me llevo los abrazos de aquellos amigos que confían en mí. Continuamos el viaje, la carretera es diferente a la primera, una sola vía, el desierto árido empieza a saludarnos, las casas comienzan a desaparecer, las curvas cerradas me asustan, el ver desde abajo hacia arriba lo que nos espera seca mi boca. Curvas, cuestas, cerros, caminos desconocidos en parte para mí,cerros, cuestas, curvas, se vuelven a repetir una y otra vez. Cada cuesta me hace pensar en el motivo que me lleva al norte. Dejo atrás mis perros, como también en parte a mis perros del camino. Los perros del camino están en todas partes, son ellos los que me hacen continuar. Pido a Dios que no me ponga pruebas que no pueda superar, pienso, si encuentro un perro vagando por el desierto la desición ya está tomada, no lo dejaré botado, lo tomaré y subiré a mi auto.
Son las ocho de la noche, La ciudad de Copiapó nos recibe con la entrada del sol detrás de cerros oscuros taciturnos. Siento que hay algo que me atrae, es la ciudad que se hizo famosa por los treinta y tres mineros rescatados desde bajo de la tierra. Los abrazos de Ximena y Mario me hacen sentir bienvenida.

28.02.11.-

La desición ya se tomó, solo hay que llevarla a cabo. Partimos a Caldera a las once de la mañana del día en que antes celebrábamos hasta el año pasado,el cumpleaños de mi padre, día demasiado especial, lleno de nostalgias y recuerdos. El llamado de mi hermana me lleva al pasado.
El Desierto de Atacama abre sus brazos para recibirnos, no puedo dejar de asombrarme, es uno de los mas áridos del mundo, los cerros de color café con leche se confunden entre los oscuros, ellos duermen bajo los fuertes rayos solares, están ahí, se pierden entre las llanuras, rocas, quebradas,piedras y arenas blancas. El camino está expedito, hay trabajos en la ruta, no deja de sorprenderme la enorme cantidad de cruces, de casitas localizadas a la orilla de la berma con banderas chilenas y de colores diferentes, son cientos de animitas recordando a un ser querido fallecido en el lugar. La mente me lleva a imaginar lo sucedido, evito pensar.

Llegamos. Un letrero azul delante de una palmera añosa, medio seca, nos informa que ahí están. Se lee Programa Control Canino I.Municipalidad de Caldera. Mi corazón empieza agitarse, estoy allí y no lo creo. Fueron mas de ochocientos kilómetros para estar en aquel triste lugar. Vean ustedes con sus propios ojos esta realidad que duele, y nos estanca como país sin progreso en cultura animal.

Nos detenemos justo en la entrada donde un tronco nos cierra el paso. Abro la puerta, y asoma su cabeza...llegaste me dicen sus ojos.

Luego de saludarla, se nos acerca el trabajador que cuida los caniles, es Francisco, nos recibe amablemente y nos autoriza a pasar. Enciendo mi cámara, camino hacia ellos temerosa de no ser capaz de soportar la sensación de abandono que huele en el lugar. Animales que un día fueron la guinda de la torta de una familia, y hoy yacen encerrados tras unas mallas metálicas, quizás de donde nunca saldrán. La emoción se va apoderando de cada uno de mis instantes, tal vez también se apoderará de ustedes.

Ellos nos reciben, sus ladridos en mis oídos parecen que pueden cruzar la cordillera, el sol cae con alevosía sobre el desierto, mi piel a pesar de haberme hechado casi todo el tubo de bloqueador, no sirve de nada. Imaginense a ellos donde hay algunos que apenas se sostienen, son los últimos que han hecho su ingreso al canil. El tiempo pasa rapido, estoy en mi salsa, quizás mi destino es estar allí junto a los abandonados, una miseria que existe y que nadie quiere ver.

Sigo en Copiapó...esperando que la Alcaldesa se digne recibirnos. La paciencia es mi fuerte.

Alguien dijo que el destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y de la voluntad.

Esto sigue...aun mucho por hacer.


NO MAS ABANDONO DE PERROS