Los Perros del camino

30 de julio de 2010

"Una caricia inolvidable"


Era hijo de la Ojitos Celestes con Martín, de la última camada de seis cachorritos, solo el sobrevivió. Sobrevivió en un mundo donde no existe el humano que toca, que acaricia, en un mundo donde el hambre se lleva a muchos. Lo consideraba valiente de sobrevivir, de lidiar con un clima que a veces es idiota entre el exceso de calor como el exceso de frío. En honor a Martín, su padre, un perro que siempre quise traerme, pero el destino me juega pasadas pesadas, lo entiendo, y sigo adelante. Martíncito, era delicado, tranquilo, cerca de los tres meses de vida se nos perdió de vista, supusimos que había muerto junto a sus otros hermanos, a las dos semanas apareció, dándonos cuenta que tuvo la mala suerte de quedar enganchado en un maldito huache. Aún no se desarrollaba lo suficiente, que fue lo peor, entonces el huache se le incrustó mas y mas en su patita, de ahí lo notaba de lejos por que cojeaba con la pata encogida. Ni por mas que lo intentamos para poder atraparlo y sacarle ese huache, no lo logramos. Su cuerpo siguió su crecimiento, quedando el huache incrustado en su pata, mientras su piel la recubría por fuera. Cada vez que nos veía llegar siempre nos esperaba sentado a lo lejos, mientras su jauría se acercaba tímida a comer, el esperaba que todos terminaran para acercarse cuando ya nos íbamos. Era bello, creció en ese camino lleno de cerros, arrancando, era su hogar, lo único que conoció en su mundo.


Era tarde, caía el frío sobre la ciudad, ibamos subiendo por el camino con Salomé, la amiga que adoptó a Blankita cuando al mirar hacia las orillas de la calzada diviso un perro muerto. Al darme cuenta, me detengo para comprobar que era quién yo pensaba. Nada que hacer, lo encontré muerto. Lo único que pienso hoy en ese momento, dejó de sufrir, no conoció nada mas que ese camino lleno de tantos sin sabores de perros abandonados. Es la única esperanza de dejar de sufrir en ese abandono, donde la muerte fue su libertad.

Me acerqué hacia el, lo revisé completo, me extrañó no ver mas sangre que gotas debajo de su hociquito, no tenía heridas, ni rasguños, solo dolor en su semblante, me arrodillé a su lado y pensé tanto haber soñado con acariciarlo en vida, poder abrazarlo, ahora lo tenía en frente mío, pero inerte, lentamente posé mi mano en su cuerpo aún tibio, deduje que hacía poco lo habían atropellado, preferí pensar que fue atropello. No se imaginan la emoción que sintió mi cuerpo al tocarlo... por primera vez mis manos ansiosas lo acariciaban, mis manos recorrieron su pelaje suave, limpio, inmensamente virgen, lleno de pesares dolorosos memorables en su pelo, su patita con huache. Lo acaricié una y otra, y otra vez, jamás podré olvidar la suavidad de su pelo y la sensación en mis manos heladas. Cierro mis ojos y vuelvo a sentir su tibieza en las palmas de mis manos. Era una sensación como haber tocado la luna, algo inalcanzable de poder hacer en vida. Tenía que morirse para yo saber como era. Sentí hasta que sonreía en mi imaginación cada vez que mi mano bajaba y subía en su cuerpecito. Tenía alrededor de ocho meses. Amé ese momento, y le agradecí a Dios de poder hacerlo. Fue mi despedida, quizás algún día cuando nos reencontremos el me diga que mis caricias fueron las únicas que sintió...no lo se. Nadie ha vuelto de la muerte, habrá que esperar.

Al rato llega Alejandro, traigo un saco de los mismos que van quedando vacíos de alimento en la maletera y al momento de colocarlo dentro, me fijo que tiene heridas cerca de su hociquito, espera le digo, no lo atropellaron, lo mataron. Ale con tal de no verme apenada, apuró el suceso de enterrarlo simbólicamente...aquel pequeño aún cachorro quedo enterrado entre los cerros donde nació, creció y murió.

Ese día, el 18 de julio, puse en mi facebook los perros del camino, la sensación de lo vivido, quizás quienes lo vieron lo recordarán, pueden comprobarlo. Llegué mal, costó tratar de aminorar esa pena que tenían mis manos, hoy lo puedo decir, era pena y egoístamente una oportunidad que alguien me dió de hacerlo, pero tardíamente.

Con el paso de los días, pasé las fotos, y como siempre hago trato de buscar pruebas que me lleven a algo, fíjense en la foto anterior y en esta, que está ampliada...diganme que ven. Con la duda en mí se la mando a otras personas, coincidiendo que a este como a tantos otros hay alguien que los va exclusivamente a matar.

A este pequeño lo mataron con una voleadora, si se fijan cerca de su naricita hay una piedra que está atada a un alambre, ese alambre está atado a un palo... el desgraciado que lo hizo debe ser especialista en este juego, le dió de pleno en su cabeza, hasta le sacó parte de sus dientes. Fue tal el impacto que murio al instante, ni por mas que traté de cerrar sus ojitos, no pude. No había mas sangre que la que se ve en la foto. Conclusión lo mataron. Es así como mueren en parte los perros abandonados en el camino. El maltrato animal en Chile hay que denunciarlo, quizás solo así podamos algún día tener una verdadera ley en su contra, si no lo hacemos cada día será peor. Yo no quiero mas mascotas abandonadas, el abandono de perros es el mas recurrente maltrato animal en nuestro país.

Bien saben los amantes que hay caricias que son no una simple caricia, sino una posesión. Esa sensación en mis manos, jamás podré borrarlas de mi alma. Te amé Martíncito. Confío en la justicia divina...tarda, pero llega.


1 comentario:

  1. hola, es la primera vez que leo tu blog, la historia de martin me llego hasta el alma, yo soy amante de los animales pero en especial de los perros ya que toda mi vida he convivido con mas de 5 en mi casa y se la alegria que pueden brindarte y lo mucho que te pueden enseñar.

    me parece que tu blog es una excelente manera de concientizar sobre el abandono a los animales, que mal que sea a traves de historias tan tristes que se pudieran evitar, pero se dice "muerto el niño tapan el pozo", y espero que no tengan que sufrir mas perros antes de que esto termine.

    suerte y sigue publicando...

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